En política parece que las cosas cambian,
eso nos dicen los medios de comunicación, pero realmente es una gran mentira.
Tenia yo 18 años, cuando vote por
primera vez y también por última. Ahora habrá quien piense, que soy un fuera
del sistema, que no participa en los procesos democráticos, que tanta suerte
tenemos de poder ejercer, y que nos garantiza la elección democrática de nuestros
representantes políticos.
Bueno, pues mi opinión, es distinta. Creo
que la política, en España en concreto, está en estado de descomposición, pero
no ahora, sino más bien, desde hace años, por ese motivo la situación de ahora está más
agravada si cabe, por todos estos años de políticos insensatos e inmorales y
con una falta total de compromiso hacia los ciudadanos que les han votado.
Estas personas metidas a política sin
vocación de servicio a la ciudadanía, sin empatía hacia los problemas que
preocupan y afectan al ciudadano.
Pero eso si, una gran vocación por
enriquecerse, y un gran servicio para sus amigos y las empresas de estos, y también para
familiares.
Utilizar el dinero público para gastos
que aparte de desorbitados e innecesarios
son moralmente imperdonables, cuando se está pidiendo a la ciudadania, un
esfuerzo extra, y se les esta sometiendo a estrictos recortes, dentro de un
estado de bienestar que se va desmontando.
Y con todo este panorama, aparecen dos
nuevos actores en escena. Para salvarnos de toda esta situación, apocalíptica, cuyo hedor a azufre, ya
casi no nos deja pensar con claridad.
Los nuevos mesías, que emergen entra la
multitud, descontenta, indignada y engañada por una clase política, que solo
hace, lo que les interesa a ellos mismos para perpetuarse en el poder y seguir
saqueando este país, descarada y desvergonzadamente, casi riéndose a la cara de
los ciudadanos.
Todo esto, en una Unión Europea, que de
unión tiene poco y de europea solo guarda el nombre del continente al que
pertenece.
Y aquí aparecen Podemos y Ciudadanos. Dos
nuevas alternativas que nacen en inteligentes estrategias para aprovechar el
descontento de un pueblo.
Parece una revolución. Pero, no lo es
tanto.
Con este panorama, mi decisión después de trascurridos 22 años de mi primer voto, es no votar.
Ningún partido político merece mi
desplazamiento a ningún colegio electoral.
Si no voto, tampoco tendré derecho a
quejarme de quien me gobierna, pensaréis.
No voto porque no me encuentro
representado por ninguna de estas organizaciones y considero que el voto tiene
que ser merecido y tiene que representar mi opinión frente a una sociedad
mejor, con educación, sanidad y justicia pública y de calidad. Con la
importancia que tienen ciertos valores
para hacer una sociedad en equilibrio con libertad, seguridad, oportunidades, diversidad,
tolerancia, unidad, igualdad, compromiso, confianza, eficiencia, excelencia y
con un alto nivel de empatía y comprensión hacia los problemas realmente
importantes en una sociedad y no buscar los aspectos que nos enfrentan y nos
diferencian.
Para los políticos solo hay dos tipos de
personas, el rebaño adoctrinado y los enemigos. Unos son los que
sistemáticamente les votan sin pensar, y los demás, los enemigos contra los que hay
que meter miedo, el miedo es una de las mejores herramientas para manipular a
las masas.
Pero a pesar de no votar, por no tener a
quién hacerlo, escribo en este blog mi opinión, uso mi voz para mostrar mi
indignación, porque no todos los
indignados somos iguales. Yo no me siento un incomprendido, solo soy de
la clase de persona que piensa por si mismo. Pero sin tener muchas opciones, después de todo, esto
ya está organizado.
Me gustaría que no hubiera tantas
mentiras, ni tanta manipulación, pero eso es demasiado pedir.
De momento esto
es lo que pienso. Y es que pensar y opinar por ahora está libre de pagar impuestos.
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